Toda defenestración lleva aparejada un glosario de alabanzas que, aunque no dejan de ser meros trámites de cortesía, alivian de algún modo el escozor por la pérdida de estatus. Los panegíricos a Cayetana no vienen en ningún caso del PP sino de un poco más allá. Se lamentan sus admiradores de que con ella se va del Parlamento (y por supuesto del PP) la inteligencia, la cultura política, la libertad de pensamiento, de verbo y de acción; y, cómo no, el único azote verdadero contra este gobierno zarrapastroso. En realidad, lo que escuece a cierto sector mediático de la derecha es que con Cayetana se esfuma buena parte de su apuesta por la bilis y el frentismo constante.
Cayetana no es más culta que muchos de sus correligionarios –por más que a ella y a su séquito les guste pregonarlo–; y sus capacidades oratorias –notables sobre todo en el sarcasmo y la herida– no ayudan cuando de llegar a acuerdos se trata. Van de libérrimos Cayetana y sus palmeros, pero es la suya una libertad bucanera, donde quien no comparta sus métodos –dentro del PP me refiero– es un bobalicón entregado al discurso “progre” del enemigo que, además de dos “yoyas” que lo espabilen, merece directamente que lo pasen por la quilla.
La salida de Cayetana de la portavocía tiene varias lecturas, la primera que Casado se equivocó al nombrarla; ahora, después de la victoria apabullante de Feijoó, comprende Casado que ha perdido un tiempo maravilloso mirando hacia Vox y que su única posibilidad de gobernar a medio plazo está en la moderación. De ahí que tanto él como García-Egea –Oh, milagro– se hayan hecho súbitamente sorayisyas, y se dejen rodear por señoras como Ana Pastor y Cuca Gamarra, que siempre hicieron faena sin necesidad de espectáculos a lo Cayetana. En realidad –y esto explica el cambio de rumbo– Casado es, en este sentido, un calco de Pedro Sánchez –lo cual, visto lo visto, debería servirle de acicate–: alcanzó la presidencia de su partido apelando a las esencias (en su caso derecha pura frente a derecha diluida), y ahora, una vez dirige el cotarro, se centra en la variabilidad de los vientos –que a menudo son encuestas–. En este sentido tanto Casado como Sánchez son, más allá de las diferencias ideológicas, líderes simétricos; sus objetivos están centrados en la Moncloa, y tanto para llegar como para persistir harán lo que consideren oportuno, que puede ser mucho.
Casado, por lo pronto, ha decidido que Cayetana ya no le sirve en su ascensión y le ha ofrecido un carguito ridículo que ella ni siquiera se ha molestado en rechazar. Lo lógico es que la hispano-franco-argentina vuelva a FAES, donde podrá seguir “estudiando”. Tal vez, con el tiempo, el cultivo del saber la conduzca a la humildad de corazón; podrá entonces perdonar a la bruja Carmena, que en 2016 tuneó la vestimenta de los Reyes Magos provocando un trauma –ojalá ya superado– en la hija menor de Cayetana. Ay, Señor, qué manera de sufrir.