El domingo pasado hubo elecciones municipales en Francia y el partido Europa Ecología Los Verdes (EELV) obtuvo un triunfo para muchos inesperado. Los ecologistas se hicieron con alcaldías tan notables como Lyon, Burdeos, Estrasburgo o Grenoble. Eso supone gestionar varios millones de euros en favor de varios millones de ciudadanos. El ecologismo francés, como ya ocurriera en Finlandia, Alemania, Austria o Países Bajos ha encontrado un espacio propio –y no menor– en el tablero político. Podemos pensar que se trata de una moda pasajera, la carambola de unas elecciones “menores” donde buena parte de los electores (40%) se ha quedado en casa. No lo veo yo tan claro. En Europa, a corto y medio plazo, los partidos ecologistas van a ser, si no los gobernantes, sí el sostén de muchos gobiernos. La ola verde viene del norte, impulsada en buena medida por unos votantes jóvenes que han encontrado en el cambio climático su “revolución”, su lucha generacional, y para quienes los partidos convencionales representan las viejas dialécticas que no han dado solución a las nuevas crisis.
¿Pero son sólo los jóvenes? No, es la propia deriva del planeta la que rema a favor de la ecología como actor político. La pandemia del Covid-19 nos ha recordado nuestra debilidad como especie y ha desvelado notables sinsentidos en nuestra manera de generar riqueza. El paradigma convencional (incluso en los partidos “progres”, más cercanos de boquilla al ecologismo) era el siguiente: primero un desarrollo industrial fuerte que nos asegure estabilidad económica, y luego, ya con el cuatro por cuatro en el garaje, vendrá lo verde. Durante un tiempo sirvió, pero hoy sabemos que ya no hay más chicle que estirar, o conseguimos que la ecología sea un factor de crecimiento económico o los efectos del deterioro del planeta provocarán nuevas y demoledoras catástrofes que acabarán con la vida tal y como la conocemos. No es ciencia ficción. Es ciencia sin más, son datos mensurables.
¿Y a España? ¿Llegará la ola verde? A corto plazo no parece sencillo. Falta tradición y sobre todo un partido sólido con un rostro reconocible que avale el discurso. Hasta ahora las formaciones ecologistas se han diluido en candidaturas más o menos progresistas que han usado “lo verde” de un modo instrumental y electoralista. Más allá de eso, y en un contexto dominado por el paro y la precariedad laboral, es muy difícil que el ciudadano cambie el paradigma y asuma que ecología y economía son ramas de un mismo tronco. De momento nuestra única alternativa es que lo verde se nos imponga desde arriba, desde los distintos gobiernos municipales, autonómicos, estatal y, sobre todo, europeo. Ojalá nos salve Europa (a nosotros y a sí misma), ojalá –esta vez sí– cojamos el barco del progreso en la primera estación. Dice la RAE que ecología es esa parte de la biología que estudia “las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven”. Si nos paramos a mirar, ¿no debería ser eso la política?