Soy escritor y defiendo –cómo no– el uso de las metáforas para facilitar la comprensión de situaciones complejas. Es una de las grandes virtudes de las lenguas y en España, especialmente en Andalucía, somos metafóricos a más no poder. Así, una persona atractiva es un bombón, una fea un callo malayo, con cada problema nos comemos un marrón y el vecino de arriba está “grillao”, aunque no lleve grillos (esposas) para contener su locura. Desde el inicio de esta crisis políticos y opinión pública se han dejado caer en brazos de una metáfora errónea: la guerra. Nos dicen que combatimos contra el virus, que el confinamiento es nuestra mejor arma, que los sanitarios están en la trinchera y que finalmente, con la fuerza de todos, derrotaremos al enemigo. Sin embargo sabemos –es por eso que estamos confinados– que esta situación sólo se puede resolver con el compromiso colectivo y la responsabilidad cívica de cada ciudadano (conceptos ambos muy alejados del belicismo). Por eso, si se quiere buscar una metáfora efectiva lo correcto sería hablar de paz o “pacificación”, porque nunca en la Historia contemporánea se ha tenido una oportunidad tan flagrante para superar conflictos y extender la solidaridad humana como la que nos ofrece el Covid-19. Dado que la Pandemia es global, la solución también puede serlo. En este sentido les invito a leer el discurso que el sábado pasado les endilgó a los alemanes Frank-Walter Steinmeier, su presidente. Explicaba, con una sencillez magistral y un poso de autenticidad que ya quisieran para sí Felipe VI o Pedro Sánchez, que los alemanes estaban obligados a ejercer la solidaridad con sus socios europeos porque “Alemania no puede salir fuerte y sana de la crisis si nuestros vecinos no salen fuertes y sanos”. Parece de lógica, ¿verdad?, ¿a quién carajo le vendo lo que produzco si un empobrecimiento general me deja sin compradores? ¿Cómo voy a Mallorca sin cooperar con el gobierno español para que Mallorca no se hunda? Steinmeier lo deja claro: “no estamos ante una guerra sino ante un test de nuestra humanidad”.
Yo estoy con el presidente alemán, no obstante me parece que ambos –y por seguir con las metáforas– nos vamos a quedar con un palmo de narices; entre otras cosas porque no existe un liderazgo claro que defienda esa cooperación global. Europa se encuentra ante una magnífica oportunidad para abandonar la intrascendencia internacional de las últimas décadas y abanderar una política moral de progreso. La humanidad precisa de alguien que tire de ese carro. China no es fiable, entre otras cosas, por su falta de democracia; EEUU está en manos de un señor con muy dudosas facultades para la gestión de cualquier tipo de problema (incluido cocer un huevo); y de Rusia y su Zar mejor no hablamos. Es decir, si Europa no se atreve a tomar las riendas corremos el riesgo de volver de cabeza al siglo XX, Eso sí, sin Picasso ni Beatles ni Lola Flores ni Ingrid Bergman. Un mojón, vamos (otra metáfora).